Tecno y Tendencias
24/1/2024
Cada vez somos más los ciudadanos sensibilizados por la sostenibilidad, y en este ámbito, el autoconsumo adquiere más importancia, un concepto que viene de la mano de fórmulas colectivas como son las comunidades energéticas locales (CEL).
Desde su reciente regulación e impulso, y pese a la fricción que suponen las grandes eléctricas, estas figuras que persiguen el autoconsumo colectivo, el impulsar la inversión en renovables o el reducir la dependencia energética están tomando forma aquí y allá. También pueden ser la clave del despliegue de puntos de recarga para vehículos eléctricos. Descubre cómo.
Una comunidad energética local es una agrupación de autoconsumo energético que permite a ciudadanos y empresas consumir energía generada dentro de su propio municipio. Por ejemplo, una veintena de familias alojadas en el mismo bloque de viviendas podría formar una CEL, mancomunar una instalación fotovoltaica por todo el tejado y pagar menos entre todos comparado con que cada uno realice su instalación individual.
Una CEL consiste en un grupo de personas motivadas que se ponen de acuerdo para tomar decisiones colectivas sobre la forma en la que generan o consumen energía, y que tiene por objetivos organizar movimientos de autoconsumo colectivo, impulsar la inversión particular en renovables, aumentar la soberanía energética de la ciudadanía o asegurar los derechos y libertades de acceso a la red. También es una forma de reducir el control que las grandes eléctricas tienen sobre la generación energética.
Legalmente, una Comunidad Energética Local (CEL) es una "persona jurídica basada en la participación abierta y voluntaria, efectivamente controlada por socios o miembros que sean personas físicas, pymes o entidades locales, que desarrolle proyectos de energías renovables, eficiencia energética y/o movilidad sostenible que sean propiedad de dicha persona jurídica y cuya finalidad primordial sea proporcionar beneficios medioambientales, económicos o sociales a sus socios o miembros o a las zonas locales donde operan, en lugar de ganancias financieras". Es decir, como decíamos arriba, es un grupo de ciudadanos que optan de manera conjunta por el autoconsumo energético, sin tener fines comerciales.
Existen dos tipos de comunidades energéticas locales, aunque ambas comparten el necesitar al menos 5 miembros, ser libres y voluntarias y funcionar a no más de 2 kilómetros entre sus respectivos puntos:
Las comunidades energéticas locales no tienen por qué dar servicio únicamente a viviendas. También pueden servir como punto de apoyo de una pequeña red local de cargadores para vehículos eléctricos. Así, una pequeña comunidad energética de, pongamos, 20 familias, podrían instalar 5 cargadores de rotación para los miembros que ya dispongan de algún vehículo eléctrico, VMP o bicicleta con asistencia al pedaleo inclusive.
De esta forma, estos vecinos podrán cargar los vehículos cuando haya excedentes de energía de la CEL, o cargar directamente de la red eléctrica cuando la CEL esté saturada por la demanda de las vecinas. Compartir este tipo de infraestructura puede ser complicado al principio, porque hay que establecer unas normas básicas de uso y un sistema de turnos, pero pueden convertirse en la semilla para que vecinos que no tienen garaje den el salto al vehículo eléctrico.
En el mismo ejemplo, una familia que necesite adquirir un vehículo podrá ahora contemplar la compra de un coche eléctrico. O, dicho de otra forma, la probabilidad de descarbonizar la flota de vehículos aumenta gracias a la instalación de puntos de carga de la CEL, que sirve como apoyo a los vecinos.
De hecho, el proyecto Plug Inn de Renault, ya implantado en Francia, parte de la base de la infraestructura compartida por particulares. Esta aplicación para móvil permite ver en un mapa los puntos de recarga abiertos por parte de sus dueños. Estos son capaces de monetizar el cargador cuando no lo estén usando, y los conductores podrán cargar de forma segura en más lugares.
Cuando se habla de las ventajas de las comunidades energéticas locales, a menudo se pone sobre la mesa la capacidad de ahorro generada al compartir infraestructura, y es que instalar cientos de paneles mancomunados es mucho más eficiente por euro invertido respecto a cientos de instalaciones individuales. El mero hecho de compartir infraestructura abarata de forma notable la instalación o mantenimiento, así como reduce el coste por kWh generado.
Por ejemplo, pedir ayudas europeas de forma colectiva, en una agrupación de decenas de vecinos, es mucho más fácil que si cada vecino tuviese que solicitar las mismas ayudas por separado. Además, se tiene más fuerza como colectivo a la hora de legalizar las instalaciones o pedir los permisos necesarios.
Participar en una CEL también tiene la ventaja de que sus miembros son mucho más conscientes del consumo de energía en el hogar, y es más probable que estas comunidades sean las primeras en abandonar los combustibles fósiles de las calderas. Además, se está participando de la economía del barrio, ya que se recurre a instaladores locales para desplegar la infraestructura.
Pero quizá la ventaja principal de una CEL sea la comunidad que se teje en relación a la generación y consumo de energía. Cuando varias docenas de familias de un mismo barrio se ponen en contacto para hablar de energía, a menudo emergen conversaciones que no hubiesen salido sin este tipo de agrupaciones; probablemente sobre temas relacionados: consumo consciente, comida local, aislamiento de viviendas, carsharing entre vecinos, instalación de aerotermia, etc.
Más información en BOE: la regulación e impulso de comunidades energéticas.
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